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VI Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario dominical

12 de febrero de 2023

Ciclo A: Mt 5, 17 – 37

Por: Luis Alberto Roballo Lozano , C.Ss.R.

En este largo pasaje, Mateo responde una pregunta de la comunidad de personas, en su mayoría procedentes del judaísmo. A los primeros grupos cristianos les entusiasmaban las enseñanzas de Jesús recogidas en los Evangelios;  pero para ellos es importante ser fieles a la Escritura y a la tradición judía. La respuesta es clara que Cristo es el cumplimiento de la ley antigua. Un acercamiento serio a Jesús en los escritos del Nuevo Testamento debe abordar su relación con la “Ley”, entendida como la Torah de Moisés, su observancia por los judíos y sus implicaciones en la vida del pueblo.  

La imagen de Jesús y su posición frente a la Ley, que recogen los Evangelios, está bien representada en este pasaje. Jesús es un hebreo que sigue las prácticas de su pueblo en Galilea,  asiste a la sinagoga donde se da la instrucción civil y religiosa y en ocasiones concurre a celebraciones nacionales centradas en Jerusalén y en el templo[1]. Jesús es singular y la gente tiende a identificarlo como un profeta y a relacionarlo con Elías.

Jesús observa la Ley, y reivindica su observancia, por ejemplo su respeto a los atrios del templo, como casa de oración, frente a forcejeos invasivos de comerciantes y cambistas de moneda (cfr Mc 11,17; Mt 21, 13; Lc 19,46)[2].

Jesús habla de la ley de Moisés, pero no como los maestros de las sinagogas, formados para conservar la identidad del pueblo judío. En el Sermón de la montaña galilea  donde se encuentra el texto (Mt 5,1-7,27), Jesús no limita su enseñanza a su pueblo, sino que lo extiende a todas las naciones[3].

En la parte inicial (5, 17-20) hace una apología de la ley y los profetas y su vigencia e invita a practicar una justicia superior, más allá de la que practican los fariseos. Así se entiende la invitación a hacer brillar la luz ante los hombres y a glorificar al Padre del cielo.

Esa justicia superior se plantea en tres campos concretos: en el respeto a la vida, al preferir el bien de la reconciliación con el hermano a la presentación de la ofrenda en el templo; en el respeto a la vida y a la sexualidad puesta en el ambiente de la familia, no solo evitando comportamientos criminales como el concubinato y el adulterio, sino en el control de nuestros sentimientos que nos pueden llevar a graves injusticias; y en en el campo de la verdad aplicada a los juramentos, al invitar a “decir sencillamente sí o no” y así evitar las redes del maligno. Los tres campos de la justicia superior están directamente relacionados con el amor a Dios y el amor al prójimo.

Jesús presenta los tres campos en que propone la práctica de una justicia superior, haciendo referencia a los antiguos y a las instituciones y costumbres, sin mencionar que se trata de la “Ley de Moisés” pero con clara aceptación de su vigencia. En los tres casos, luego de la citación de la ley de Jesús introduce su enseñanza con las palabras “pero yo les digo”. Sin quitar vigencia a la formulación tradicional  expresa la justicia superior. En la inclusión indica el sentido de todo el pasaje, “que el Padre Sea glorificado  y seamos luz ante los hombres” (v. 16) y seamos “perfectos como el Padre celestial es perfecto” (v. 48)[4].

Respeto a la vida prefiriendo el amor del prójimo a la misma práctica religiosa, respeto a la sexualidad y a la familia, no solo evitando prácticas criminales sino estableciendo un control de los sentimientos y de las ocasiones en que tienden a desordenarse y el amor de la verdad, teniendo como norma limitarse a afirmar o a negar, decir si o no, de modo que nuestras palabras correspondan a los hechos. Estas enseñanzas tan aparentemente sencillas y obvias tienen la vigencia que parece volverse urgencia inaplazable en los problemas de violencia, de desajuste social y familiar y en la grave crisis de verdad y coherencia que vive nuestro mundo.

Como creyentes nos alegra saber que la justicia es posible en este mundo y recibir el mensaje de la justicia superior, a imagen del Padre celestial.  Un poco más adelante Jesús nos invita a orar para que venga esa justicia superior con las palabras: Padre que está en los  cielos (cfr Mt 6, 9-14)[5].


[1] John P. Meier, (2010. Un Judío marginal, nueva visión del Jesús histórico, tomo III, Compañeros y competidores pp. 621 ss,  Editorial Verbo Divino, Estella.

[2] Geza Vermes, (2002). La Religione di Gesú l´ebreo, unasfida al cristianesimo, pp. 34 ss. Citadella Editrice – Assisi,  

[3] Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, (2020). Jesús de Nazareth. La figura y el mensaje, pp.147 ss.Universidad Santo Tomás- Ediciones San Pablo, Bogotá.

[4] Giorgio Zevini e Pier Giordano Cabra. (2013) Il Vangelo de Mateo, Lectio Divina, 4, pp.70 ss. Editrice Queriniana, Brescia.

[5]  Maximilian Zerwick, S.J. & Mary Grosvenor (2010). A Grammatical Analysis of the Greek New Testament. Gregorian & Biblical Press (GBP), Roma. Y BibleWorks 10, Software for Biblical Exegesis and Research, Norfolk, Virginia.