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Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.

 El Sacerdote Omar Benítez Lozano escribió en la Revista Cristovisión un artículo titulado “Respetar las diferencias. Lo que es importante para el otro, no debe ser indiferente para mí”, título que he abreviado así: “Diferencia no quiere decir desigualdad”.  A raíz del ‘machismo’ que prevaleció por siglos se creó la mentalidad de que el varón es superior a la mujer: diferencia no quiere decir desigualdad. 

Muchos roces y desacuerdos entre los esposos son causados por no respetar las diferencias, por no comprender. Es necesario saber caminar con los zapatos del otro. A esto se refiere un proverbio africano: ‘antes de juzgar a una persona, camina una milla con sus mocasines’.  

Cada uno de los cónyuges ha tenido una crianza diferente, tanto en el terreno familiar como social, y desconoce la impresión que causarán en su cónyuge las costumbres y educación que cada uno aporta, cuando se da  inicio a la convivencia. Lo ideal será que esto quedara bien claro ya desde el noviazgo. Sin embargo, nunca es tarde para poner a debate las diferencias y, entonces aceptarlas o negociarlas. 

También conviene ser siempre consciente de que, ante un mismo asunto, el hombre piensa, siente, reacciona diferente a la mujer. Cada uno tiene su modo de ver  la vida, una forma de actuar y de pensar determinados por su más intrínseca naturaleza; somos iguales en dignidad, pero complementarios en cuanto género. El hombre tiene  cosas que la mujer  no tiene y necesita, y viceversa. 

El hombre no puede pretender medir o interpretar lo que hace o dice la mujer, de acuerdo con sus esquemas, y viceversa; Esta disparidad  si no se reconoce, si no se sabe  manejar, da lugar a situaciones de conflicto. No se puede hacer caso omiso de cosas que para el otro son importantes, en los más variados temas: en la forma de manejar el dinero, en las relaciones con los familiares, en la dedicación profesional, e en las relaciones con  los amigos, en la forma de educar a los hijos, en los horarios, y en un sinfín de  temas. 

En la vida de pareja son muy convenientes tres enfermedades: miopía, sordera y amnesia, un poco de cada una. Un poco de miopía para no fijarse  hasta en la más pequeña mota de polvo y armar con ella una tormenta; un poco de sordera para pasar por alto algunas cosas que se escuchan y que podrían ser molestas o hirientes, aunque no tienen tanta envergadura; Y un poco de amnesia para olvidar rápido las ofensas: para no estar llevando cuenta de todo, para no estar trayendo a colación, a la menor oportunidad, cosas del pasado. 

En la filosofía del derecho tradicional acerca de la pareja de esposos hay tres términos muy importantes para tener presentes en la vida conyugal y familiar: alteridad, reciprocidad, comunión interpersonal. Alteridad, pues todos somos originales, no hay dos personas iguales.  Reciprocidad, pues fuimos creados para el encuentro, para la relación, para el enriquecimiento mutuo. La  Comunión interpersonal  fue programada por el mismo Creador para hacer de varón y mujer una sola carne, una persona conyugal, una comunidad de amor  y de vida. 

La diferencia no es desigualdad, sino capacidad para completar como completar al otro, para enriquecerme y enriquecer al otro y juntos compartir la riqueza de los dos a  los hijos. De este modo nos iremos asemejando cada vez más a Dios que es Padre y Madre al mismo tiempo, según la bella expresión del Papa Juan Pablo I.