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Domingo de Ramos

Comentario social

28 de marzo de 2021

Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.

Ciclo B: Mc 14, 1-15.47

El Domingo de Ramos es un día único en Cuaresma porque marca el inicio de la Semana Santa. Además, celebra el ingreso triunfal de Cristo en la ciudad de Jerusalén. Esta entrada es altamente simbólica. Demuestra que Cristo cumplió esta antigua profecía: “Su glorioso principado y la paz no tendrán fin, en el trono de David y en su reino; se mantendrá y consolidará con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre…” (Is 9, 6).

Tanto la primera como la segunda lectura de este domingo reflexionan sobre el sufrimiento y la humildad de Hijo de Dios. La primera lectura del libro de Isaías es el canto del siervo sufriente de Dios. En su carta a los filipenses, Pablo nos recuerda la humildad y obediencia de Cristo, siervo de Dios: “… se anonadó así mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.” (Flp 2, 6ss)

El sufrimiento es una realidad presente en la vida de cada uno y en el mundo. Su símbolo es la cruz. Frente a él nos preguntamos muchas veces ¿por qué? sin obtener respuesta. A veces nos parece incomprensible; otras lo asumimos con resignación o con una actitud fatalista. No nos damos cuenta de que muchas cruces no nos la envían Dios, sino que son fruto de la malicia humana y que podrían ser superadas: las cruces de la marginación, de la miseria, de la injusticia, de la violación de los derechos humanos. En esos casos habría que combatir esas causas. Existe también la cruz del sufrimiento de luchar contra el sufrimiento. Está finalmente la cruz del dolor de los inocentes frente al cual enmudecemos y nos inclinamos ante el misterio

El evangelio de este día nos introduce de lleno, en el misterio de sufrimiento y de muerte de Jesús, que será el centro de la liturgia en los próximos días, como es la Pasión, que nos narra este año el evangelista Marcos. Quizás es el que relata con mayor crudeza, los hechos desconcertantes de la pasión y muerte de Jesús en la cruz. La riqueza de su teología, está en el hecho de descubrir, en el escándalo de la cruz, la máxima revelación de Jesús. Ahí se revela definitivamente el misterio de quién era Jesús: el Hijo de Dios, pronunciado por la boca del centurión romano.

Desafortunadamente, la triste noticia es que algunos de la multitud, que saludaron a Cristo con el grito de hosanna, serían las mismas personas a las que este último exigió: “crucificarlo” el Viernes Santo. Estos episodios simplemente reflejan la realidad de la vida. También reflejan lo infieles e impredecibles que podemos ser a veces en nuestras relaciones con Dios y otros. Hoy, estamos a favor de Cristo, mañana estamos en su contra. Cristo es nuestro amigo cuando estamos en dificultades, pero nuestro enemigo cuando estamos cómodos.

Y es que la historia se repite. El Evangelio no es una leyenda. Tampoco es una historia del “pasado”. Es algo de tanta actualidad que nos refleja a nosotros tal cual somos. Y hoy no somos ni mejores ni peores que los contemporáneos de Cristo. Somos, nadie se extrañe, más o menos iguales. Pidamos al Señor la gracia de acompañarlo con corazón compasivo, dejando a sus pies nuestro orgullo, soberbia, envidia y todas nuestras heridas.