XIV Domingo del Tiempo Ordinario
Comentario dominical
3 de julio de 2022
Ciclo C: Lc. 10, 1-12.17-20
Por: P. José Rafael Prada Ramírez, C.Ss.R.
El Evangelio de este Domingo es la “carta de navegación” de la Misión Itinerante. El Señor se dirige no sólo a los 12, sino también a sus discípulos, presentes y futuros que llevarán su mensaje a todos los habitantes de la tierra. En consonancia con este Evangelio están las exhortaciones del actual Papa Francisco y la visión evangelizadora de los Misioneros Redentoristas.
El actual evangelio nos propone:
– «Ponernos en camino». Es decir, no replegarnos en nuestros temores, pereza desidia o tradiciones. Todo lo contrario, salir de nuestras comodidades para buscar al pueblo con optimismo, alegía y esperanza. La Iglesia no se explica en sí misma, se comprende evangelizando a la humanidad.
– «Al entrar en un pueblo…curen a los enfermos y díganles que el Reino de Dios está cerca». Esta es la gran noticia: Dios es nuetra mejor medicina porque contiene en sí mismo la fuente de la vida, pues es Amor. Por eso estamos llamados a curar este mundo herido, no sólo con nuestras palabras sino con nuestras actitudes de servicio humilde.
– «Cuando entremos en una casa, digan primero “¡Paz a esta casa!”. El Evangelio no es imposición, amenaza o resentimiento, es totalmente lo contrario: respeto, aceptación, cariño, apertura.
En la primavera pasada se reunieron decenas de jóvenes de la Pastoral Juvenil y Vocacional Redentorista con el P. General M. Brehl y su Concejo. En sus reflexiones se destacaron dos palabras: secularización e inculturación. Los jóvenes advierten que el mundo se ha secularizado porque las fuerzas, tanto de izquierda como de derecha, presentan las dimensiones religiosas y espirituales como irrelevantes. Ese es un reto formidable para los actuales misioneros. Además, afirmaban los jóvenes, los actuales misioneros deben tener en cuenta la inculturación, es decir, cada país y región del mundo tiene su propio estilo, sensibilidad y acento, y hay que conocerlos para no imponerles los valores del Evangelio, sino para, en diálogo respetuoso, proponérselos como alternativa humana y de fe, y así mejorar la existencia humana en las dimensiones del “aquí y del ahora”, y “trascender” hacia el más allá de la eternidad de Dios.
Además, el Evangelio de hoy nos invita a evangelizar “con medios pobres”; lo que significa no apoyarnos en el poder o en la eficiencia humana sino en la fuerza intrínseca del Evangelio y en la convicción de que arrastramos más con nuestro ejemplo y amor, que con nuestra erudición y tecnología. Por eso, ya es común escuchar en nuestras prédicas la invitación de que más convence hoy el testigo que el profeta. El testimonio tiene primacía absoluta.
El Señor añade: “Os mando como ovejas en medio de lobos”. Y es cierto si miramos gran parte de la humanidad que dice una cosa y hace la otra, comenzando por los gobiernos y autoridades civiles, y continuando por las promesas de prosperidad y felicidad basadas en el “capitalismo salvaje” o en el “comunismo ateo”. Ambos son lobos que lo único que desean es aprovechar la oportunidad de construir un mundo donde el dinero y la riqueza dominen so pretexto de prosperidad, pero el uno suprimiendo la justicia y el otro aniquilando la libertad.
No es fácil hoy evangelizar con actitud de respeto, amistad y acogida. La bondad no está de moda. Ésta, para la mayoría de la gente sin fe, es sinónimo de debilidad, flojera o falta de espíritu. Pero para el Evangelio es todo lo contrario y ahí está nuestra “predicación kerigmática” animándonos a proclamar que de la Cruz y la muerte del Señor nacen la Resurrección y la vida, gracias a la bondad del amor de Dios que se nos entregó totalmente y continúa haciéndolo en nuestras relaciones humanas.
El fruto de esta actitud de predicación Pascual (paso de la muerte a la vida) será la paz de Dios que invadirá el corazón de los humanos. Esta paz nace de la confianza total en Dios y se refleja en el corazón de la persona. Paz que no depende de las circunstancias externas externas, sino que brota del corazón, donde está Dios, va invadiendo gradualmente toda la persona, sus actitudes y sus actos, y se extiende a todos los seres humanos. Es la paz que produce la alegría de que “los nombres de los evangelizadores están escritos en el Reino de los cielos”.