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II Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario dominical

16 de enero de 2022

Ciclo C: Jn. 2, 1-11

Por: P. José Samuel Torres Tangua, C.Ss.R. 

Inicia un nuevo año como expresión del amor que Dios tiene a la humanidad. El tiempo es de él y cada día es una oportunidad para colaborar con su proyecto de amor. Con la mirada en Dios reconocemos que este año 2022 es un regalo. En las bodas de Caná, la fe se expresa por medio de signos que nos ayudan a descubrir a Dios en nuestra historia cotidiana.

El mensaje de este segundo domingo del tiempo ordinario tiene como finalidad mostrarnos los signos de Dios. En la primera lectura del profeta Isaías, se hace referencia a la figura de Sion – Jerusalén, y de esta manera trasmite el mensaje de restauración del Pueblo de Israel. A través de las imágenes humanas como: una boda, un encuentro amoroso, una sufrida viudez, Dios nos habla de su amor. Es como la aurora de un nuevo amanecer que trae nuevo sentido a la existencia.

La segunda lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios permite comprender los regalos espléndidos que Dios brinda al ser humano para construir una comunidad fraterna. Es la acción dinámica del Espíritu Santo que otorga sus dones en bien de la comunidad. Cada persona tiene regalos que Dios ha puesto en su vida para construir un mundo mejor. Una diversidad de frutos que tiene un mismo fin: enriquecer el mundo con la variedad de dones.

En el evangelio de San Juan se da a conocer el primer signo de Jesús en Caná de Galilea. El texto lo reafirma: “este fue el primer signo de Jesús; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”.  El signo que sobresale es la presencia de la Iglesia reunida en tono a su Señor. La figura de Jesús es significativa en la actividad humana de una pareja, su boda. El Señor, habla de su hora, que en el lenguaje de Juan es el momento culmen de su entrega, es decir su pasión. Su hora no ha llegado, pero toda la actividad de Jesús apunta hacia allá. Con Él llega la plenitud de los tiempos. Dios nos visita en medio de las actividades diarias de la vida y busca cambiar la tristeza en alegría. Es el vino nuevo de la fiesta. Se requiere la disposición para atender a Dios que nos habla cada día.

Al mismo tiempo, está presente María, la madre de Jesús, atenta a los pequeños pormenores de la celebración. No se puede entender la Iglesia sin la figura de María. Ella, en la comunidad cristina, tiene su misión: llevarnos a atender la palabra de Jesús. Su presencia es como un canal por medio del cual podemos llegar a Jesús y escuchar su palabra. De ahí la instrucción de ella a los sirvientes: hagan lo que Éll les diga. María, la servidora del Señor, dispone los corazones para vivir con intensidad de la alegría de la boda. Es una boda todo se convierte en fiesta y agasajos, pues todo el mundo deja para el final el vino de mala calidad; pero tú has dejado el mejor vino.

El relato del Joanico hace referencia como no hace referencia a los seguidores del Señor, aquellos que escuchan la invitación y siguen sus pasos. Los seguidores del Señor están para vivir la fiesta de bodas, invitados a participar y beber del buen vino de la paz, de la justicia, de la fraternidad. Son los signos que nuestro mundo espera de los seguidores del Señor.

Finalmente, la pareja de bodas y demás invitados. La vida cristiana se vive en los quehaceres de cada día y en ella se descubre la presencia de Jesús. Una actividad muy humana, una boda. Por medio de esta festividad se halla la presencia santificadora de Dios.

El compromiso es grande para los cristianos del siglo XXI. Manifestemos r con signos nuestra fe para que ella sea una semilla que germina y da abundantes frutos para el bien de la sociedad. Apoyemos a los recién casados para que fortalezcan su familia guidos por Jesús y María. Los esposos deben entender que nunca están solos. Así como en las bodas de Caná, toda la Iglesia los acompaña en su vida familiar y en la alegría del buen vivo de la fiesta.