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XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario dominical

14 de noviembre de 2021

Ciclo B: Mc. 13, 24 – 32

Por: P. Ramiro Bustamante Trujillo, C.Ss.R.

Nos aproximamos al final del año litúrgico, un tiempo muy importante para nuestro crecimiento espiritual. En este crecimiento nos ayudan las enseñanzas de Jesús que aparecen en las lecturas de hoy. Nos llama a estar atentos. Nos dice estas cosas, no para asustarnos, sino para convencernos de la importancia de estar vigilantes o preparados. Estar vigilantes significa estar despiertos, es decir no dejarnos seducir por las tendencias que ofrece el mundo de hoy. Estar preparados para el día de su venida, este día es un día de gozo, de alegría, nunca de temor.

Necesitamos estar despiertos, salir de ese aletargamiento que nos ofrece la sociedad de hoy. No podemos estar desprevenidos cuando venga ese día misterioso. Es muy clara la invitación a rechazar esa vida superficial en la que a veces nos encontramos. Salir de la superficialidad es una forma de estar preparados.

Con frecuencia escuchamos o leemos aquella frase que dice: “los signos de los tiempos”. Este evangelio nos conecta precisamente con los signos del final de los tiempos. Así como el campesino levanta la mirada e interpreta los signos meteorológicos, concretados en las nubes, el viento, el sol, la lluvia, el frío, el calor.  Nosotros, guiados por el Espíritu Santo, también podemos leer los nuevos signos de nuestro tiempo. Hay signos que destruyen, que conducen a la muerte, pero también hay signos que edifican, construyen, alientan, dignifican, llaman a la vida. Y son estos los signos que debemos apoyar, para que se pueda generar una sociedad que respeta el orden establecido por el Creador.

Hoy en las lecturas que la liturgia nos presenta, Jesús habla de lo importante que es, estar alertas porque no sabemos ni el día ni la hora en que nos encontraremos definitivamente con Él. Pero si tomamos sus palabras con el corazón y permanecemos junto a Él, mientras cumplimos la tarea que nos ha asignado, no tenemos nada que temer.

Al leer el evangelio de hoy, muchos de nosotros caemos en la cuenta de que Jesús está hablando de los últimos tiempos, pero también habla de un nuevo tiempo lleno de optimismo y de esperanza.

La pandemia nos ha enseñado que nada es eterno, todo es perecedero. Por tanto, Jesús quiere que nos demos cuenta de ello, pero que no seamos alarmistas.  Nadie sabe la fecha, ni cómo será. Pero lo cierto es que llegará, para ello pone la imagen de la luna y el sol, que se apagarán y todo quedará en la oscuridad, pero lo importante es que todo volverá a renacer, porque el hijo de Dios, Cristo vivo y resucitado llenará de claridad la vida de la humanidad.

Jesús nos sigue invitando para que no nos dejemos vencer por falsas ilusiones, para que sigamos trabajando como hasta ahora, por un mundo donde el ser humano ocupe un primer lugar, un mundo menos egoísta, donde podamos sentirnos hijos de un mismo Padre.

Mucho cuidado con aquellas personas que anuncian el final de los tiempos, que ponen fecha y hora. Eso lo sabe sólo Dios.