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XXI Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario dominical

22 de agosto de 2021

Ciclo B: Jn 6, 60 – 69

Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.

La fidelidad es una de las palabras que más ha costado asimilar en la sociedad actual. El perseverar en la vida laboral, en el matrimonio, una relación afectiva, una vocación específica que implique son acomplejadas con nuestros propios condicionantes. A veces, cuando llegamos al camino cruzado de la vida, estamos confundidos sobre qué opciones seguir. Estos son momentos en los que debemos tomar las decisiones correctas. La elección que tomamos en esos momentos da forma a nuestro futuro. La liturgia de la palabra de este vigésimo primer domingo del tiempo ordinario nos da una luz en la fidelidad a nuestro compromiso cristiano y la perseverancia en las diferentes situaciones de la vida.

En la primera lectura tomada del libro de Josué, se deja ver que en la reunión había tribus que seguían a Josué y profesaban su fe en Yahvé, y otras, que daban culto a otros dioses. Esta reunión era para, de común acuerdo, comprometerse a servir a Yahvé en forma exclusiva, todo refrendado por un pacto. Esta reunión es el comienzo de Israel, como pueblo, porque de una parte habría un servicio exclusivo a Yahvé, como Dios soberano y una fe común, que crea solidaridad entre las tribus y los hombres. La palabra servir, se repite varias veces, lo que implica bíblicamente hablando: fidelidad a la fe recibida, servicio cultual, y cumplimento de los mandamientos.

Por su parte san Pablo en la Carta a los Efesios emplea la analogía del matrimonio, para explicarnos y recordarnos el tipo de relación que debe existir entre Cristo y nosotros sus discípulos. Pablo describe esta relación como un misterio con muchas implicaciones. Es una relación basada en el amor mutuo el uno por el otro. Antes de ser papa, le preguntaron Benedicto XVI, ¿por qué permanecía en la Iglesia?, respondió diciendo: «Estoy en la Iglesia porque a pesar de todo creo que no es en el fondo nuestra Iglesia, sino “suya”». Cristo sigue siendo el verdadero Señor de la Iglesia. Por medio de ella Jesús permanece vivo en nuestro mundo y nos habla como maestro y como hermano que nos reúne en fraternidad.

En el evangelio dominical, después del discurso del pan de vida, algunos seguidores de Cristo se sintieron decepcionados. Lo que escucharon no fue lo que esperaban escuchar de Cristo. ¡Esta enseñanza es demasiado difícil para nosotros! ¡Nos estás complicando la vida! No pudieron soportarlo más. Por esta razón, muchos de ellos lo abandonaron. No obstante, en este pasaje del Evangelio nos encontramos con la fe y el conocimiento, dos elementos muy

presentes en Juan, se necesitan y complementan. Creer es a la vez conocer, poseer una fe ilustrada y reflexiva; a su vez, conocer genera un movimiento de fe, confianza y reconocimiento. Esta confesión de Pedro, es un auténtico acto de fe, porque nace de una situación concreta, toda una decisión de fe, respuesta a la pregunta, que plantea la revelación y no es el asentimiento a la propuesta de una doctrina o resultado de una especulación.

En ocasiones nos acercamos a Cristo pensando que todo debe ser fácil. Algunos vienen con una fe muy poca profunda. Sin embargo, algunos de nosotros vienen con expectativas fijas y sólo para escuchar sólo lo que queremos oír. Así que, si no se cumplen nuestras expectativas, nos renunciamos, y despedimos a Cristo. Finalmente, debemos preguntarnos: ¿Cuántas veces hemos abandonado a Dios y a su iglesia especialmente en momentos difíciles de la vida?