II Domingo del Tiempo Ordinario
Comentario dominical
16 de enero de 2022
Ciclo C: Jn. 2, 1-11
Por: P. Víctor Chacón Huertas, C.Ss.R. (Redentoristas de España)
Seguimos acompañando a Jesús en el inicio de su ministerio, hoy por Caná de Galilea. A veces se nos olvida que antes de su vida pública, antes de hablar y actuar, Jesús pasó 30 años madurando, preparándose, “envejeciendo en barrica” como el buen vino que se sirve hoy al final de la boda. Demasiado preocupados y ocupados en nuestro activismo, a veces no sabemos parar, tomar aire, revisar la ruta y recordar la meta; y esto se hace tanto o más necesario que el “mucho hacer”. ¡Calidad, hermano, no sólo cantidad! Parece ser la consigna que hoy nos dejará el Evangelio. Pero antes vamos a escuchar a otro de los grandes, a Isaías.
1. Una misión nueva: “Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia y su salvación llamee como antorcha”. Estas palabras nos hablan de una profunda esperanza, y de un coraje sin final, el de muchos padres luchadores, el de muchas madres sacrificadas, el de muchos enfermos que no se rinden, el de muchos pobres que anhelan, el de muchos creyentes que confían en Cristo. “Te pondrán un nombre nuevo” sigue Isaías, y eso significa que una nueva misión se te ha confiado. ¿Tienes clara cuál? “Que rompa la aurora de su justicia y su salvación llamee como antorcha”. Piensa y reza cómo hacer esto posible en tu vida.
2. Unidad y diversidad. Nos lo dice San Pablo en su carta a los Filipenses y recoge una expresión fantástica que se usa en la Liturgia de Ordenación de la Iglesia: “Dios, que ha comenzado en ti la obra buena, él mismo la lleve a término”. Esa oración es una maravilla, le hace caer en la cuenta al ordenando –que seguramente anda nervioso y albergando dudas y temores en su interior por si dará la talla ante tamaña empresa- que no es él el protagonista, que él será sólo medio, canal, instrumento, en las manos del Dios providente que lo eligió por amor y porque confía en él. Ésa es la llamada que Pablo extiende hoy a cada uno de nosotros: Confía, estate tranquilo, es verdad que tienes que prepararte, pero ¡no controles demasiado! Disfruta de la fiesta, del Dios que danza con júbilo ante ti (Sof 3, 17). Hoy Pablo le pide a nuestro amor dos cosas más: que crezca en conocimiento (en consciencia) y en sensibilidad (¡qué importante la sensibilidad!).
3. Crecer en la fe. A través de una escena muy común, una boda, nos llega un mensaje muy profundo de Jesús. Pasó lo que tenía que pasar: se les acabó el vino. Todos se agitaban y nadie sabía qué hacer. María tiene la solución, se acerca a su hijo y le dice lo obvio: “No les queda vino”. Se lo dice no por cotilleo, no por afán informativo, se lo dice esperando que haga algo, que obre un signo y así todos puedan creer en él. Jesús se resiste: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”. Y con esta resistencia llama a su madre a una fe más auténtica, una fe que crea no por signos exteriores sino por certeza del corazón. Jesús aún no había obrado ningún milagro, este es el primero que nos presenta Juan, y lo hace con esa reserva, con ese sentir: Jesús no hace milagros para lucimiento personal ni buscando aplausos, quiere que la gloria de Dios se vea, que aparezca su providencia que viene a remediar nuestras faltas y carencias. Porque las faltas en aquella casa eran muchas: tenían 6 tinajas (de 100 litros cada una) para las purificaciones, ritual de perdón que los judíos, como los musulmanes, realizan. Si necesitaban 600 litros para purificarse o eran 80 de familia en esa casa, cosa difícil, o “había mucho pecado” y sufrimiento. Con Cristo, su mal, su necesidad de purificación, se transforma en la alegría del mejor vino que corre en abundancia al igual que su perdón. “Has guardado el vino bueno hasta ahora” responde el mayordomo sorprendido, nadie hace eso excepto el que cree