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XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

Comentario dominical

30 de octubre de 2022

Ciclo C: Lc. 19, 1-10

Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.

Queridos hermanos, hay un adagio popular que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. A Jesús en muchas ocasiones lo criticaban por eso, su actitud cercana con los publicanos, las mujeres, los pecadores públicos: los marginados de su sociedad. El evangelio de este domingo XXI del tiempo ordinario: el encuentro entre Jesús y Zaqueo no es la excepción.

Zaqueo no era un simple publicano, era el jefe de los cobradores de impuestos, es decir trabajaba para el imperio romano, los conquistadores u opresores del pueblo judío a los que se tenía que entregar parte de las ganancias que se obtenían con el sudor de la frente; y además había acumulado una gran riqueza a expensas del dinero de los demás. Lo más grave de todo era que al ser un “colaborador” con el poder extranjero atentaba contra el reinado absoluto de Dios y, por lo mismo, era un hombre religiosamente impuro. En una palabra, Zaqueo era a ojos de sus vecinos un pecador público.

El desarrollo del texto evangélico lo podemos sintetizar en tres acciones, propias de Zaqueo: buscar, encontrar y convertir.

BUSCAR: Zaqueo tenía muchos bienes materiales, pero por dentro se sentía vacío. Y fue justamente su miseria y no su riqueza lo que motivó buscar a Jesús.Y al escuchar que Jesús pasaba por ahí, dejando de lado su posición social y su ambición se puso a correr. El deseo de ver a Jesús logró abrirse paso. El evangelio también nos da una segunda descripción de Zaqueo: su baja estatura. Aunque no es una característica extraña en los evangelios: Jesús está siempre de parte de los pequeños, porque son los más necesitados de la misericordia de Dios.

Zaqueo por conocer a Jesús: se sube a un árbol a causa de su pequeña estatura, para poder verlo cuando pase. También Jesús pasa por nuestra vida constantemente. ¿Nos esforzamos para que ese paso del Señor no nos sea indiferente? Así como el hambriento y el sediento buscan la fuente para calmar su sed o su hambre, nosotros debemos buscar al Señor, no sólo para calmar nuestra hambre y sed espiritual, sino para que sea parte de nuestra vida.

ENCONTRAR: Este pasaje del evangelio nos presenta una paradoja. El Señor Jesús levanta la mirada para alcanzar a Zaqueo en la altura del árbol. El Hijo de Dios tiene que mirar hacia arriba para ver a aquel que por ser tan pequeño no podía verlo parado en sus pies y tuvo que subirse a un árbol. Si queremos encontrarnos con el Señor, tenemos que desprendernos de nuestro orgullo, de nuestro miedo e incluso del qué dirán: abandonar nuestra comodidad.

En la medida en que nos disponemos a recibirlo reconociendo humildemente nuestra necesidad de salvación, nuestro encuentro con el Señor producirá en nosotros una transformación positiva. Jesús mira a Zaqueo con esos ojos de misericordia y amor capaces de transformarlo todo y, a pesar de que sabía el escándalo que iba a generar, lo llama por su nombre y se auto-invita a su casa. ¿Cuántas veces Jesús no ha mirado y nosotros no nos hemos dejado ver? ¿Hemos invitado a Jesús a ser parte de nuestra vida?

CONVERTIR: Encontrarnos con Jesucristo nos transforma. Y que pasó después de ese encuentro entre Jesús que estaba abajo y Zaqueo subido al árbol: El Señor Jesús se auto-invitó a comer a la casa de Zaqueo, quien bajó enseguida y lo recibió muy contento. Es en la intimidad, en la confianza, en el calor del hogar, en la mesa (sinónimo y anticipación de la Eucaristía) que ocurre un milagro de Jesús: la conversión de Zaqueo.

La conversión de Zaqueo es una hermosa prueba de que la misericordia de Dios alcanza a todos. Benedicto XVI en cierta ocasión decía: «Dios no excluye a nadie, ni a pobres y ni a ricos. Dios no se deja condicionar por nuestros prejuicios humanos, sino que ve en cada uno un alma que es preciso salvar, y le atraen especialmente aquellas almas a las que se considera perdidas y que así lo piensan ellas mismas. Jesucristo, encarnación de Dios, demostró esta inmensa misericordia, que no quita nada a la gravedad del pecado, sino que busca siempre salvar al pecador, ofrecerle la posibilidad de rescatarse, de volver a comenzar, de convertirse»

Hermanos que lección nos deja hoy Zaqueo, la conversión nos lleva a vivir la caridad con el prójimo, tener la humildad de reparar el mal y dignificar al que se ha ofendido. El pequeño Zaqueo con su conversión se hizo grande a los ojos de Dios.  Finalmente, Dios pasa, “se auto-invita” constantemente a nuestra casa, prácticamente nos pide abrir la puerta de nuestro corazón (Ap 3,20) dejémonos mirar por Jesús. Que el Señor nos acompañe y bendiga. Amén.