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Por: P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.

Hay un fenómeno que ha provocado seria inquietud en la sociedad en las últimas décadas: es el fenómeno del suicidio infantil, del suicidio juvenil. ¿Cómo es posible que un niño, un joven se vean abocados al suicidio’. Por qué?. Es un problema que muchas veces permanece en el silencio: sus familias no quieren comunicar el hecho. Será que la causa está dentro de la familia?. Es posible, 

 Pablo VI hizo esta observación: “la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar  las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría, porque la alegría tiene otro origen: es espiritual”. 

Una primera insinuación a propósito de la sentencia del Papa Pablo VI al aludir a la diferencia entre placer y alegría: el placer es algo local y pasajero: una buena música, un paisaje hermoso, un alimento agradable, algo suave al tracto, etc. La alegría, en cambio, es algo pleno, que embarga a toda la persona, es duradera, es contagiosa, viene desde dentro. 

La familia tiene, a propósito de la alegría, una tarea prioritaria: generar alegría dentro del hogar; muchos padres de familia piensan que llenando al niño/a de juguetes, con diversión, los harán felices; pronto se cansan de los juguetes. La alegría no está tanto en las cosas, como sí en un ambiente particular: unos padres tiernos, comunicativos, alegres, dados a los hijos.  

Es muy importante enseñarles a los niños a vivir felices, a vivir con alegría, a disfrutar de las pequeñas cosas que nos ofrece la vida y, también, es necesario enseñarles a celebrar los pequeños momentos positivos de cada día. Es muy fácil compartir la alegría y comunicarla, pero también es muy fácil y peligroso caer en el ‘reírse de’ en lugar de ‘reírse con’. Aquí hay que tener mucho cuidado: los niños deben saber diferenciar desde pequeños estos dos conceptos. 

¿Qué pueden aprender los niños de esta emoción y para qué sirve la alegría? Es la emoción que nos impulsa más a hablar, a expresar, a relacionarnos… Es sinónimo de sonrisa y risa, que a su vez provoca cambios en el funcionamiento del ritmo, lo que fortalece el sistema inmunológico y produce bienestar físico y mental. 

Por eso es bueno que demos cabida a esa emoción desde el hogar familiar, porque a veces si los adultos no estamos contentos porque el día no ha ido muy bien o estamos un poco frustrados, intentamos reprimir la alegría de los niños y no compartir con ellos. 

Los adultos deben aprender a celebrar los buenos momentos con los niños, pero también hay que saber que, en ocasiones, hay que controlarla. En ciertos momentos esa alegría que ellos suelen expresar con gritos, deben disminuirla, por ejemplo, si la abuelita está mala en el hospital. 

Por desgracia, puede haber niños que no expresen la alegría y aquí los padres tienen que observarles mucho para poder ayudarles. Cuando un niño no manifiesta esta emoción, ¡hay un problema! Cuando no la expresan de manera espontánea, ¡a nuestro hijo le pasa algo! Son niños que perciben el mundo como un lugar hostil y para los que las relaciones con los demás no son agradables (por timidez o porque tienen experiencias negativas); niños que se cohiben, se inhiben y se manifiestan más bien tristes.  

La historia ha conservado algunas sentencias de autores célebres sobre la alegría: 

  • Juan XXIII decía: “Hay que seguir el proverbio: estar alegre, hacer el bien y dejar cantar a los pájaros”. 
  • Aristóteles: “El hombre no puede vivir largo tiempo sin alegría”. 
  • Kierkegaard: “Todo joven que está en relación con Dios, solo tiene una tarea en el mundo: estar alegre”. 
  • Goethe: “La alegría y el amor son las dos alas para las grandes empresas”. 
  • Bernanos: “Lo contrario a un pueblo cristiano es un pueblo de viejos, un pueblo triste”. 
  • Paul Claudel: “Enseña a los hombres que no tienen otro deber en este mundo que la alegría”. 
  • Chesterton: “La alegría es el gigantesco secreto del cristianismo”. 

La familia debe ser la primera promotora de la alegría; unos padres alegres, contentos de la vida, generosos en compartir la alegría con sus hijos, generarán un hogar que los entusiasme y les  dé motivos para vivir felices y capaces de contagiar la alegría a muchos más.     

La alegría es la emoción propia de la infancia y la que todos los padres y madres del mundo quieren para sus hijos. Para ellos sentirse seguros, queridos y valorados de forma incondicional es su principal motivo de alegría. La alegría es una emoción que se produce ante acontecimientos favorables para nosotros (por ejemplo, haber alcanzado una meta que nos habíamos propuesto) o para otras personas que queremos mucho. Normalmente es la emoción que más favorece la comunicación interpersonal porque es una emoción extrovertida y nada selectiva. 

Es muy importante enseñarles a los niños a vivir felices, a vivir con alegría, a disfrutar de las pequeñas cosas que nos ofrece la vida y, también, es necesario enseñarles a celebrar los pequeños momentos positivos de cada día. Es muy fácil compartir la alegría y comunicarla, pero también es muy fácil y peligroso caer en el ‘reírse de’ en lugar de ‘reírse con’. Aquí hay que tener mucho cuidado: los niños deben saber diferenciar desde pequeños estos dos conceptos. 

¿Qué pueden aprender los niños de esta emoción y para qué sirve la alegría? Es la emoción que nos impulsa más a hablar, a expresar, a relacionarnos… Es sinónimo de sonrisa y risa, que a su vez provoca cambios en el funcionamiento del ritmo, lo que fortalece el sistema inmunológico y produce bienestar físico y mental. 

Por desgracia, puede haber niños que no expresen la alegría y aquí los padres tienen que observarles mucho para poder ayudarles. Cuando un niño no manifiesta esta emoción, ¡hay un problema! Cuando no la expresan de manera espontánea, ¡a nuestro hijo le pasa algo! Son niños que perciben el mundo como un lugar hostil y para los que las relaciones con los demás no son agradables (por timidez o porque tienen experiencias negativas); niños que se cohiben, se inhiben y se manifiestan más bien tristes. 

Es una responsabilidad de los padres de familia hacer de su hogar un núcleo de  alegría, de paz, de vida cristiana, de  comunión interpersonal, de solidaridad.