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IV Domingo de Cuaresma

Comentario bíblico

14 de marzo de 2021

Por: P. Luis Alberto Roballo Lozano, C.Ss.R.

Ciclo B: Jn 3, 14 – 21

El hijo del hombre bajado del cielo. 13«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el hijo del hombre, que está en el cielo. 14Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así será levantado el hijo del hombre, 15para que todo el que crea en él tenga vida eterna».

Comentario del evangelista. 16«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17Pues Dios no envió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».

Quien cree en él no será condenado. 18«El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el hijo único de Dios. 19La causa de la condenación consiste en que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas. 20En efecto, el que obra mal odia la luz y no va a la luz, para que no se descubran sus obras. 21Pero el que practica la verdad va a la luz, para que se vean sus obras, que están hechas como Dios quiere».

El texto que proclamamos recoge unas declaraciones de Jesús que tienen una ubicación especial en la composición del Evangelio de Juan. El Bautista da testimonio de la llegada de Jesús, lo bautiza en el río Jordán y lo presenta como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (1, 19-34). Jesús organiza el grupo de sus discípulos en Galilea y comienza su preparación como grupo al que encargará la difusión de su mensaje (1, 35-51). En Caná realiza el primer signo convirtiendo el agua en vino, estando presentes su madre María, los familiares y los discípulos y ante todos manifiesta su gloria. (2, 1-12). Ante la proximidad de la pascua, sube a Jerusalén, siendo la primera de las tres pascuas de Jesús en Jerusalén, según en Evangelio de Juan. Realiza la purificación del templo como gesto que prepara el ambiente religioso donde tendrán lugar la mayoría de sus enseñanzas y habla de la suerte que correrá su propio cuerpo, anunciando por primera vez que va a sufrir la muerte y que va a resucitar al tercer día (2, 13-22) Se malinterpretran sus palabras como si estuviera anunciando o propiciando una reacción contra el templo o incitando a su destrucción. Todo parece apaciguarse cuando Jesús celebra la primera pascua en la amplia área del templo y se dedica a hablar y realizar algunos milagros (2, 23-25).[1]

Es en algún sitio de Jerusalén y en torno a la primera pascua donde Nicodeno va, durante la noche,  a encontrar a Jesús y tiene con él un diálogo. Nicodemo no oculta el interés por las palabras y obras que circulan sobre Jesús. Estamos en el capítulo 3 de Juan.  Nicodemo se queda perplejo cuando Jesús le habla de un nuevo nacimiento y pronto se da cuenta que se quedó anclado en las realidades de la carne y de la tierra mientras Jesús le está hablando de un nacimiento del Espíritu y de una revelación que viene de lo alto y que es preciso aceptar abriéndose a la fe.

Es aquí donde se encuentra el breve y denso párrafo que reflexionamos (Juan 3, 13-21). Hemos preferido dejar los títulos, que no pertenecen al texto original pero son aceptados en las ediciones preparadas para el estudio y trabajo pastoral. [2]  

El primer párrafo redactado en forma de revelación presenta el mismo tema que, en forma de himno didáctico, se encuentra en la Carta a los Filipenses (Fil 2, 3-11) La kénosis y la exaltación de Cristo Jesús son el mensaje que nos identifican y unen en nuestros sentimientos y conducta con la persona y mensaje de Cristo[3].

La breve declaración refiere la procedencia del hijo del hombre del cielo que baja y establece una dinámica para comunicar la vida eterna mediante la fe. La condición precaria de la humanidad resuelta a favor de la vida es presentada de manera veloz y efectiva en la mención de la serpiente de bronce elevada en un desierto poblado de dolores y agonías, llenas de veneno y anuncios de muerte. Todo el que mira hacia esa imagen queda curado (Num 21, 4-9). [4]

La Pontificia Comisión Bíblica en un importante documento publicado en 2014, Inspiración y Verdad de la Sagrada Escritura. La Palabra que viene de Dios y habla de Dios para salvar al mundo cita expresamente este pasaje y vincula la donación del hijo, y su conocimiento en la fe con la salvación: “Dios envía su Hijo para salvar a los hombres y en el mismo envíose hace conocer a Sí mismo, revelando su relación con el Hijo y su amor al mundo. De este modo se comunica a la humanidad una profunda correlati{on entre su conocimiento de Dios y su salvación.  Jesús describe la vida eterna, en la que reside la plenitud de la salvación: Y la vida eterna es que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo (Jn 17,3)[5]

Lo que titulamos como Comentario del evangelista es aceptado ampliamentepor la misma redacción y sentido de las palabras de Cristo, que adquieren continuidad.

La continuación del texto nos coloca frente a un tema de especial interés. El problema ha ocupado durante siglos a teólogos y maestros de vida espiritual: de qué depende la salvación o la posible exclusión de esa salavación. San Juan presenta la oferta de Dios en la persona de Cristo y declara que la persona humana es libre para aceptar o menos esa oferta.

San Agustín ilustra el problema con la comparación de un enfermo que puede recibir o hacer caso omiso de la intervención del médico: Hasta ahora, en lo que se refiere al médico, ha venido a curar a los enfermos. El que no obedece las órdenes del médico, se destruye a sí mismo. Ha venido como Salvador del mundo: ¿por qué se le llama Salvador del mundo, sino que ha venido a salvar al mundo, no a juzgar al mundo? No serás salvo por él; si serás juzgado por ti mismo. ¿Y por qué digo, “serás juzgado”? Vea lo que dice: “El que en él cree, no es condenado, sino el que no cree”. ¿Qué esperas que Él diga, pero “es juzgado”? “Ya”, dice Él, “ha sido juzgado”. El juicio aún no ha aparecido, pero ya ha tenido lugar[6].

En el ambiente un tanto confuso, sea de Jerusalén y del mismo visitante Nicodemo como de nuestro mundo son muchas las maneras como podemos percibir y encontrar a Cristo. Para muchos todo termina en algunos actos que no llegan a convertirse en salvación, y se convierten en decisión de preferir las tinieblas a la luz.  Aceptar a Jesús es mucho más que reconocer sus obras extraordinarias (2, 23-25; 3, 1-3). Él es la manifestación última del amor de Dios (v. 16); el principio último para el discernimiento y el juicio (vv. 17-19). Lo hemos escuchado en el comentario de San Agustín con la comparación tomada del mundo de la salud, que hoy ha cobrado una dramática vigencia.

Que la lectura de este texto del Evangelio de Juan nos ayude como ayudó a Nicodemo a encontrar a Jesús en la noche de su vida como camino de salvación. Dará testimonio de que sí aceptó la salvación que le fue revelada aquella noche.

Buga, 9 de marzo 2021


[1] El Evangelio de Juan regisra tres pascuas a las que asiste Jeús en Jerusalén.En la primera realiza la purificación del templo. De modo diferente, los Evangelios Sinópticos solamente mencionan la Pascua de su pasión y muerte y en esa ocasión incluyen la purificación del templo.

[2] Texto de La Sagrada Biblia de América, Dirección Luis Roballo, etc., San Pablo, Bogotá, 2016

[3]Le Lettere di Paolo,Bibbia Giovane a cura di Giacomo Perego, etc., Edizioni San Paolo, Cinisello Balsamo,  2008, p. 177

[4] Los Padres de la Iglesia y los teólogos han hecho referencia del pasaje de Números 21, 3-9 como prefiguración de la exaltación de Cristo en la Cruz de donde viene la salvación del mundo. El pasaje de Juan 3, 14 seguirá siendo el texto evangélico básico. Ya en el Nuevo Testamento encontramos muchos desarrollos de este pasaje, fundamental para la Soteriología.

[5] Comission Biblique Pontifical, Ispiration et vérité de l’Écriture Sainte, la Parole que vient de Dieu et parle de Dieu pour sauver le monde, Bayard Éditions, les Éditions du Cerf, Paris, 2014, p. 168

[6] San Agustin de Hipona, Tratado sobre el Evangelio de Juan, 3,12