II Domingo del Tiempo Ordinario
Comentario dominical
16 de enero de 2022
Ciclo C: Jn. 2, 1-11
Por: P. Edward Julián Chacón Díaz, C.Ss.R.
Dos son las imágenes que dominan las lecturas de este domingo: pueblo de Dios y matrimonio, expresiones de la alianza que Dios hace con cada hombre y que Cristo Jesús selló con su misterio pascual. El profeta Isaías en forma poética, pero por ello no menos fuerte y cierta, denuncia la falta de justicia de parte de los dirigentes políticos de Israel. El fin de la prédica del profeta, es propiciar la manifestación de la justicia y la salvación de Sión, para que las naciones contemplen la justicia y los reyes contemplen la gloria de Jerusalén; justicia y gloria, son un don de Yahvé a su pueblo.
Por su parte, San Pablo en la primera carta a los Corintios, descubre que es el Espíritu Santo, quien dota a cada uno con un carisma particular, para provecho de toda la comunidad eclesial. Se trata de hacerse responsable de la alianza personal, en beneficio de la Iglesia, con lo cual la idea de cuerpo hace que cada uno se sienta bien incorporado para que sea la salvación la que mantenga vivo esta realidad de pueblo de Dios en camino. La gran riqueza de una Iglesia son sus miembros. No se trata de la cantidad numérica, sino de una riqueza, que incluye la individualidad con sus connotaciones y propiedades, puestas a disposición de los demás.
Durante muchos domingos en este ciclo C, nuestras lecturas serán tomadas del Evangelio de San Lucas. De vez en cuando, leeremos a San Juan. Este es el caso de la lectura del Evangelio de hoy, que describe el comienzo del ministerio de Jesús y su primer milagro. El matrimonio y las bodas son metáforas usadas en las Escrituras para describir la salvación de Dios y el Reino de Dios. Aquí, al comienzo del ministerio público de Jesús, el Evangelio de Juan busca establecer que Jesús va a reinterpretar y cumplir la promesa de Yahvé a Israel. Jesús establece la Nueva Alianza. Un indicio de cómo será este Pacto se hace evidente en la obra que realiza Jesús. Cuando se le pidió que hiciera algo para abordar la situación incómoda que crearía la ausencia de vino en una fiesta de bodas, el milagro de Jesús produce grandes cantidades de vino: seis tinajas con capacidad para treinta galones cada una se llenan hasta rebosar con vino selecto.
El evangelista nos presenta a la Madre de Jesús al comienzo y al final de su obra: en Caná y al pie de la Cruz. En ambas la Madre, es testigo, junto a los apóstoles, de la manifestación de la gloria del Hijo. Jesús, al dirigirse a su madre, le llama “mujer”. Lo mismo ocurre en el momento supremo de la cruz. Se nota un progreso que va en la dirección siguiente: de María, persona privada y privilegiada, la madre de Jesús, a la “mujer”, que tiene un quehacer importantísimo en la historia de la salvación.
De este episodio evangélico podemos reflexionar las siguientes lecciones:
- Invitemos a Jesús y María a permanecer con nosotros en nuestros hogares
- Obedezcamos el mandato de María: ” Hagan lo que Él les diga”.
- Necesitamos aprender a apreciar los milagros de la providencia de Dios en nuestras vidas.
- Así como Jesús llenó las tinajas de agua vacías con vino, llenemos de amor los corazones vacíos que nos rodean.
- Apreciemos el milagro de la presencia real del Señor en la Eucaristía
Sin duda, las bodas son maravillosas celebraciones familiares y sociales. Hacemos todo lo posible para que la ocasión sea festiva y extraordinaria. No todos los días son una celebración de bodas, pero podemos anticipar el Reino de Dios cada día en nuestra atención a las necesidades de los demás. Esta generosa respuesta a una simple necesidad humana es una visión para nosotros de la abundancia del reino de Dios. Nos desafía a responder con generosidad cuando nos enfrentamos a las necesidades humanas de hoy. Respondemos lo mejor que podemos, con la plena confianza de que Dios puede transformar nuestros esfuerzos, haciendo que el Reino de Dios se cumpla entre nosotros.