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III Domingo de Cuaresma

Comentario social

7 de marzo de 2021

Por: P. José Pablo Patiño Castillo, C.Ss.R.

Ciclo B: Jn 13, 25

“Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Cuando Jesús lanza ese  reto a los judíos y a sus autoridades, ellos piensan en el edificio material, intención que ellos califican como un atentado a su mayor tesoro nacional. Pero nos explica San Juan, el autor de este evangelio, “que el santuario del que El hablaba era su cuerpo”,  su propia persona. Y añadía el evangelista: “Cuando Jesús resucitó, sus discípulos cayeron en cuenta de que a eso se refería” Jesús.                                                                                           

Nosotros sabemos que El es el verdadero templo de Dios, donde habita de modo humano Dios mismo, su Hijo. El es quien nos muestra en sus palabras y acciones el verdadero rostro de Dios, su amor y  misericordia. En la conversación, en la última cena, “Felipe le dice: Señor, déjanos ver al Padre, y con eso nos basta. Jesús le contesta: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.                                                                                

 “Llega la hora, – dice a la mujer de Samaría- en que los verdaderos adoradores lo harán en espíritu y en verdad… Dios es espíritu y los que lo adoran deben adorarle en espíritu y verdad”(Jn 4. 23-24).  Viviendo en espíritu de verdad, Jesús enseñó que “donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estaré yo”. Más aún, en la hermosa escenificación del  juicio de las naciones, dice el Señor como referencia de salvación: “Todo lo que ustedes hicieron o no hicieron con uno de mis más humildes hermanos a mí mismo lo hicieron o dejaron de hacerlo” (Jn 25, 40.45). Así declaraba que la comunidad y los necesitados son como El mismo signo y lugar de la presencia de Dios.                                                                            

De esta enseñanza de Jesucristo, se deriva la enorme responsabilidad de nosotros, los cristianos.  de honrar a Dios en este modo de su presencia.  En este día hemos de  reconocer la poca importancia que  damos a esta enseñanza de Jesucristo. Lo probable es que no busquemos razones a la escasa valoración de la expresa voluntad de Dios y de su Hijo, Jesucristo . Simplemente no nos interesa la cuestión. Y,  no obstante , nos confesamos cristianos.                                                                              

Reconozcamos, con sinceridad, que el maltrato a la persona de Jesucristo en los necesitados se da en una doble dimensión: en el colectivo, todos somos responsables de los millones de humanos que en casi todas las regiones del mundo padecen hambre y necesidad, y no disponen de las mínimas condiciones de una vida humana digna. Una de las lecciones del covid-19 es que los efectos económicos y de salud sobre todo se ensañan con los pobres, los que dependen para su subsistencia del rebusque día a día.                                                                                                                                                                             

Es tarea urgente  reparar esa situación en la que están sumergidos muchos millones de personas, en Asís, en Africa, Centro-América  y en nuestros países de América del Sur, incluso Colombia.  En nuestros mismos hogares. Si esta pandemia nos ha sorprendido a todos, desarrollados y subdesarrollados, ha golpeado sobre todo a los más frágiles, a aquellos que viven el día a día.  Una mínima dosis de  previsión nos debe llevar  a reparar el error del abandono de los más necesitados descubiertos ahora con la pandemia.  Pero también a prepararnos ya  para la próxima calamidad universal, de modo que  no nos sorprenda en la atención de los frágiles y pequeños.  Bill Gates, que adivinó la llegada del covid-19, y al que hay que admirar si no por su riqueza sí por su sentido de futuro ya nos advierte que  las consecuencias del cambio climático serán más duras que las del actual coronavirus.  Naturalmente que  la reparación y la previsión en el mundo y en cada uno de los países,  es tarea principalmente de los administradores políticos; pero a todos nos toca la sobriedad en los recursos de la tierra y el apremio a los dirigentes en el  cumplimiento de este deber. 

 Y, por lo que toca a los particulares, el Papa Francisco nos sugiere que tengamos “una discreta y respetuosa atención a nuestros vecinos necesitados”. Y la colaboración, según nuestras alcances económicos , con los organismos que atienden a los necesitados. !Qué bueno y qué cristiano fuera que cada vez que entremos en un templo o pasemos por su frente tuviéramos el pensamiento de que la  verdadera casa de Dios es Jesucristo y cada uno “de estos hermanos míos más humildes”!