Comentario dominical – Domingo XV del Tiempo Ordinario
16 de julio de 2023
Ciclo A: Mateo 13, 1 – 23
Por: Jesús Alberto Franco Giraldo, C.Ss.R.
La comprensión generalizada de la salvación cristiana
Ordinariamente, el objetivo de la vida y práctica cristiana ha sido buscar la salvación del alma, ganar el cielo y librarse del fuego del infierno. Para ganar “la otra vida” hay que renunciar “a esta vida”, “al mundo y sus placeres”. Para salvarse hay que estar en gracia de Dios al memento de la muerte, independientemente de la forma como se haya vivido la vida. Esta comprensión de la salvación excluye la vida presente, el cuerpo, la creación, lo humano y toda la historia presente.
Para esta visión de la salvación cristiana, esta vida vale por lo que se haga para ganar la otra, en consecuencia, se desprecia este mundo y lo relacionado con él (aquí, el mundo es todo lo histórico, lo concreto, lo humano, lo social). El mundo es el enemigo para la salvación, para llegar al cielo. Por esta razón las personas que asumen esta visión de salvación, dicen dejar todo en manos de Dios y no hacen lo que deben hacer. Muchos creen que salvarse haciendo donaciones a personas religiosas para hacer oraciones, sacrificios, celebraciones, templos y obras de beneficencia, o haciendo favores y sirviendo “al mundo religioso”: religiosos/as, pastores/as, sacerdotes, obispos… Estos “donantes” piensan que “hay que vivir y disfrutar la vida ahora que puede, más adelante me convertiré y me dedicaré a la cosas de Dios, para salvar mi alma”.
Esta comprensión de la salvación predominante en las iglesias cristianas, es incoherente con la predicación de Jesús, con el testimonio de las primeras comunidades cristianas y la predicación de los Padres Apostólicos y Padres de la Iglesia, en los comienzos del cristianismo.
La salvación cristiana, según la Biblia y el Magisterio de la Iglesia
Cristiano viene de Jesús Cristo. Su vida y sus palabras son el fundamento del cristianismo. Conocemos lo que Él nos enseñó, fundamentalmente por los cuatro evangelios; en ellos vemos a Jesús anunciando la llegada y la cercanía del reino de Dios (Mt 4,17; Mc 1,15); diciendo que el reino de Dios está entre ustedes (Lc 10, 18; Mt 3,2); explicándolo con parábolas (Mt 13), haciendo signos milagrosos como expresión de la llegada del reino (Mt 10,7-8; mandando: “busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” Mt 6,33). La predicación del reino de Dios, realizada por Jesús, cuestiona el proceder de los poderes, especialmente religiosos, que terminaron asesinándolo en la cruz. Pero la resurrección confirmó que era el Hijo de Dios, que el reino anunciado era la voluntad de Dios.
El reino de Dios, anunciado por Jesús, comenzaba en el mismo momento que alguien asumía su mensaje y empezaba a vivir su vida orientada por el amor, la justicia, la paz, la verdad, la igualdad, el respeto todas personas, empezando por las empobrecidas, marginalizadas, discriminadas…., que era lo que veía hacer y decir a Jesús.
La salvación, verdaderamente cristiana, es una realidad concreta, histórica, actual que abarca todas las dimensiones de la vida: personal, social, económica, ambiental que empieza aquí y se prolonga más allá de esta vida.
El cristianismo se fue alejando del Evangelio
Con el paso de los siglos, el cristianismo se fue alejando sus orígenes Paso a paso, ministros y dirigentes se preocuparon por el poder religioso, político y económico “de esta vida” y le fueron predicando a los fieles que se “preocuparan por la otra vida”, mientras ellos disfrutaban de los beneficios del poder, del dinero y del culto, “en esta vida”, el pueblo sufría penurias “en esta vida” para ganar “la otra vida”.
Este alejamiento comenzó en los siglos IV y V, se consolidó en los comienzos del segundo milenio, se afianzó en la edad media, se mantuvo en la renacimiento y la modernidad y llegó hasta el siglo XX, cuando el Concilio Vaticano II (1962-1965) hizo una revisión profunda de la identidad cristiana, reconoció este alejamiento y tomó la decisión de volver las fuentes: el Evangelio, las primeras comunidades, la palabras de Dios y de los Padres Apostólicos y los Padres de la Iglesia. Vio que para responder a los desafíos de la época actual era necesario ir a sus orígenes, recuperar lo esencial.
Cuando volvió a las fuentes, la iglesia recordó que la salvación cristiana comienza esta vida, con la encarnación de Jesús en esta historia y proyecta más allá de esta historia en la plenitud del reino de Dios. Por esta razón la salvación es histórica, abarca todas las dimensiones y relaciones del ser humano y tiene profundas implicaciones sociales, económicas, políticas y en el cuidado de la casa común.
La salvación en las lecturas bíblicas
San Pablo dice a los cristianos de Roma que “los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha de revelar en nosotros”. Les habla de los sufrimientos del tiempo presente, no habla de la otra vida, de la gloria que se ha de manifestar, “la gloria de Dios es que el hombre viva” (decía San Ireneo). Este sufrimiento es causado por el sometimiento de la creación-humanidad al fracaso de la esclavitud de la corrupción que le fue impuesto. La creación-humanidad gime con dolores de parto y tiene la esperanza – el anhelo ardiente de ser liberada y participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Los cristianos de Roma, que tiene las primicias del Espíritu, también gimen con el anhelo ardiente de ser liberados y que se manifieste en ellos la redención de sus propios cuerpos, que también espera la creación-humanidad.
Cuando los hijos de Dios se manifiestan, verdaderamente como cristianos, producirán frutos de libertad frente a la esclavitud de la corrupción, tanto para la creación-humanidad como para los cuerpos de los cristianos. Para san Pablo, la salvación es integral, incluye los cuerpos y la creación y no es sólo para la otra vida, es para el tiempo presente. Esta es la llegada y realización del reino de Dios.
La parábola del sembrador, en el evangelio de Mateo, tiene dos momentos: el primero, la narración de la forma como el sembrador siembra la semilla en diversos terrenos y que termina con una invitación: “El tenga oídos que escuche”, que deja inquietos a los oyentes y a los discípulos. El segundo momento, es la explicación de Jesús a la parábola, que responde a la pregunta de los discípulos: ¿Por qué les hablas contando parábolas?; y el reconocimiento que “los secretos del reino de los cielos, no se les concede (porque) miran y no ven, escuchan y no oyen ni comprenden”. Luego explica detalladamente el sentido de la parábola.
Jesús le deja claro a los discípulos que para asumir el reino de Dios se requiere abrir los ojos, la mente y el corazón, y una actitud humilde y sencilla para comprender sus secretos, que son ocultados a los sabios y entendidos (Cf. Mt 11,25).
El profeta Isaías recuerda que la Palabra de Dios llega a lo profundo de la vida, la transforma y la hace producir los frutos del reino de Dios: paz, justicia, amor, verdad… La comparación que escuchamos es importante releerla y tenerla presente: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé semilla al sembrador y pan para comer, así será mi Palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.
Para que las semillas fructifiquen hay que tomar conciencia que se ha confiado conocer, saber y entender los misterios del reino de Dios; cuidar el corazón para que no se embote ni endurezca, los oídos para que escuchen y los ojos para que vean. Felices los ojos que ven y los oídos que escuchan.
Oremos por los caminos de la vida
Relectura del salmo 64 (65)
Dios Padre-Madre,
abro la tierra de mi corazón
a la semilla de tu reino,
la recibo con cuidado
para que crezca y dé frutos
de justicia, amor y paz.
Dios, Amor y Vida
tu cuidas la tierra de mi ser,
la riegas y enriqueces sin medida,
el agua fresca de tu presencia
y el cultivo que hace con paciencia,
la llevan a dar frutos a su tiempo.
Riegas las venas de mi cuerpo
restauras las heridas y golpes,
tu llovizna ablanda el corazón,
y alivia cansancios y agobios,
cuidas y bendices los brotes.
Cultivas la semilla cada día,
mis ojos contemplan su abundancia.
A los altos páramos,
a los valles extensos
y a los mares profundos
los llenas de vida y alegría.
Los desiertos de la vida y del planeta,
las heridas de la humanidad y de la tierra,
las frustraciones humanas y divinas
son transformadas con la llegada de tu reino
y por eso toda la creación te aclama y cantan.
Alberto Franco Giraldo CSsR.